Descubren en Tultepec, descubre trampas de mamut inédita

alcaldia benito juarez

Ciudad de México.- Tultepec da la bienvenida a sus visitantes como “La tierra de la pirotecnia”, sin embargo, excavaciones sistemáticas emprendidas en años recientes por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en cercana colaboración con las autoridades locales, revelan que el municipio mexiquense fue ante todo y continúa siendo, “tierra de mamuts”. Importantes hallazgos en el lugar están modificando el panorama de los estudios de la Prehistoria de América.

 

            En San Antonio Xahuento, donde en 2016 se recuperó la osamenta casi completa de uno de estos proboscídeos y la cual inauguró hace un año el Museo del Mamut, un equipo de la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA) del INAH descubrió un contexto inédito de cacería y destazamiento de mamuts, que refiere el aprovechamiento del medio y la organización social alcanzados por los primeros pobladores de la Cuenca de México, hace aproximadamente 15 mil años.

 

Alertado por vecinos que reconocen la importancia de estos hallazgos, hace nueve meses y en compañía de la cronista de Tultepec, Juana Antonieta Zúñiga, el arqueólogo Luis Córdoba Barradas acudió de nuevo a este poblado para inspeccionar la excavación de lo que sería un vertedero, cuyas dimensiones alcanzaban 40 por 100 metros y 8 de profundidad.

 

Especializado en la identificación de restos óseos de mamut, pues ha dirigido nueve salvamentos de contextos semejantes en el área metropolitana de Ciudad de México, Córdoba observó varios de ellos en tres perfiles expuestos, pero lo que llamó poderosamente su atención fueron unos cortes verticales en la disposición de los estratos o capas. Se trataba de dos fosas con paredes de casi 90 grados, de 1.70 metros de profundidad y 25 metros de diámetro.

Con apoyo del Ayuntamiento de Tultepec, desde febrero se ha trabajado de manera constante en la exploración del sitio denominado “Tultepec 2”, con la colaboración del también arqueólogo Felipe Muñoz Díaz y varios trabajadores, entre ellos Gerardo Hernández y José Antonio Corona, quienes participaron en el rescate de la osamenta de mamut descubierta hace tres años.

 

Distribuidos en las fosas por debajo de los 3.50 metros, se han recuperado más de 800 huesos, sin relación anatómica en su mayoría, correspondientes a —por lo menos— 14 mamuts. Los restos de ocho proceden de las dos primeras unidades de excavación localizadas en la esquina suroeste del terreno; mientras que los vestigios de otros seis fueron rescatados al norte del mismo, en la tercera unidad de excavación.

 

Cauto, pero consciente de la trascendencia del hallazgo (solo existe el antecedente en Japón de trampas cónicas con 40 mil años de antigüedad, para mamíferos de mediano tamaño), Córdoba señala que posiblemente no sean las únicas fosas en el área. Gente de San Antonio Xahuento ha referido tres sitios próximos con restos de mamuts, por lo que se estaría ante una “línea de trampas”, estrategia que permitiría a los cazadores reducir el margen de error en la captura del ejemplar.

 

 

Un escenario de cambio climático

 

Para comprender a profundidad este descubrimiento, el arqueólogo, quien además es cronista del aledaño municipio de Tultitlán, abunda en los cambios del máximo glacial, al final del Pleistoceno, una época de gran inestabilidad climática en que los polos se congelaron ocasionando la bajada del nivel del mar en todo el planeta y ambientes más secos en varias regiones, caso de la Cuenca de México.

 

En ese sentido, indica que las trampas prehistóricas de Tultepec, fueron excavadas en la arcilla del fondo del Lago de Xaltocan, hace aproximadamente 15 mil años, cuando sus niveles descendieron y dejaron expuestas grandes llanuras. Este fenómeno mundial coincidió con uno local: la gran erupción del Popocatépetl hace 14 mil 700 años, que motivó una gran movilización de animales y seres humanos, hacia el norte de la Cuenca de México, donde la caída de ceniza volcánica fue menor.

 

            La deposición de finas capas de ceniza, entre y por encima de varios de los huesos de mamut recuperados, así como la presencia de bentonita (arcilla del lecho lacustre) sobre otros, permite fechar tentativamente este contexto y especular su uso continuo a lo largo de 500 años. No obstante, el registro de más restos por encima de las fosas, evidencia que una vez recuperado el nivel del lago y rellenadas las fosas con la descomposición de tules, carrizos y demás vegetación acuática, esta zona continuó siendo un “cementerio de mamuts”.

 

Con toda esta información obtenida de primera mano, el arqueólogo Córdoba brinda una escena más compleja y completa de cómo debió ser la cacería del mamut en la Cuenca de México, donde grupos de entre 20 y 30 cazadores, azuzaban a la manada con antorchas y ramas, hasta separar a algún ejemplar y dirigirlo a estas trampas. Una vez allí, era rematado desde fuera y luego venía un largo proceso de aprovechamiento del animal.

 

Beneficio y rito

 

La cantidad y el volumen de los huesos recuperados han sobrepasado los cuartos de la Casa de Cultura “Víctor Urbán Velasco” —complejo que alberga el Museo del Mamut—, usados como bodegas. En pisos, mesas y estantes se aprecian fémures, pelvis, escápulas y defensas (incisivos superiores muy desarrollados) con vendas de yeso, e incluso con armazones de madera que fueron elaborados in situ, para su extracción y traslado.

 

             Sobre una mesa, el investigador del INAH ha colocado los escasos restos recuperados en “Tultepec 2” que no corresponden a mamuts: dos vértebras y una mandíbula de camello, así como un molar de caballo. El que este sitio fuera utilizado exclusivamente para la caza y el destazamiento de estos proboscídeos, machos y hembras, de tallas y edades distintas, lo convierten en fuente inagotable de conocimiento, toda vez que —como señala— los estudios de Prehistoria en México habían estado limitados al establecimiento de tipologías líticas como prueba de la presencia humana en estos contextos.

 

            El espacio, donde todavía se trabaja en una franja de 130 m², revela a los grupos prehistóricos de la Cuenca de México, como verdaderos actores de su circunstancia, lo suficientemente organizados para conseguir estas grandes presas y sacar el mayor provecho de ellas, pero también capaces de rendir cierto “honor” a estos gigantes que permitían su subsistencia, como lo demuestra el acomodo y ausencia intencional de algunos huesos.

 

            Como ejemplo de este conocimiento práctico, Luis Córdoba precisa que las costillas de estos animales, como se aprecia en las marcas de cinco, eran usadas para recargarse y cortar la carne; también se encontró el extremo de una ulna (el cúbito de un hueso largo) que sirvió de herramienta de pulimento, posiblemente para retirar la grasa de la piel. Asimismo, los órganos se consumían, incluida la lengua que podía pesar hasta 12 kilos, razón por la que sus cráneos suelen encontrarse invertidos.

 

            Pero el rito también estaba presente. El especialista de la DSA destaca que un mamut del que se han recuperado dos terceras partes, fue objeto de un arreglo especial: sus escápulas fueron sobrepuestas y colocadas del lado izquierdo del cráneo, y por debajo de éste —paralela a las defensas— se introdujo una vértebra dorsal de 60 cm. Rodeando esta composición se encontraba la defensa de otro mamut, con una curvatura de tres metros.

 

            Este ejemplar tiene una marca de ataque y se advierte que su defensa izquierda, más corta que la derecha, se regeneró tras una fractura; indicios de que los cazadores-recolectores lo vigilaron e intentaron cazarlo por años, “por eso debieron considerarlo valiente, feroz, y le mostraron su respeto de esta manera, con este acomodo particular”, expresa Luis Córdoba.

 

            Otro aspecto interesante, es que, de seis escápulas registradas, todas son derechas, lo que podría apuntar indirectamente a la existencia de un ritual donde, izquierdo y derecho, poseían connotaciones distintas para los antiguos pobladores del área lacustre.

 

            En opinión de Córdoba, las excavaciones en el sitio representan “la punta del iceberg” para comprender lo acaecido en la Cuenca de México durante el Pleistoceno: “aquí tuvimos la oportunidad de contar con perfiles de decenas de metros, por eso advertimos que estábamos literalmente dentro de trampas prehistóricas. Podríamos plantear que en otros salvamentos arqueológicos hemos estado en un contexto similar, pero los límites de las excavaciones solo nos dejaban ver estratos horizontales”.

 

            Por eso, dijo, valdría la pena realizar prospecciones con georradar para descartar o validar la hipótesis de que se encuentren más fosas en la zona, incluso llevar a cabo sondeos arqueológicos en las faldas del Cerro de Tultepec, donde debieron estar los campamentos de los cazadores-recolectores. En tanto, los materiales recuperados permitirán ampliar la exposición del Museo del Mamut y tratar temas poco abordados como las enfermedades que aquejaban a estos colosos que deambularon miles de años atrás, en la ahora caótica conurbación de la Ciudad de México.

 

Fuente: INAH 

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