Acuden a terapia contra la violencia hacia las mujeres

CUARTO OSCURO

Por Adriana Estrada

Ciudad de México.-En la casa marcada con el 4A de la calle Miguel de Cervantes, colonia Moderna, en la alcaldía Benito Juárez, todos los martes, miércoles y sábados, un grupo de hombres se reúnen. ¿El motivo? Luchar contra la violencia hacia las mujeres.

Carlos López es uno de ellos. Llegó hace seis años al colectivo Movimiento de Hombres por Relaciones Equitativas y Sin Violencia (Mhoresvi), cuando su esposa e hija lo dejaron cansadas de sufrir violencia física, económica y emocional.

Para honrar a los padres en su día, el Diario de México, platica con Carlos, que le ha costado mucho trabajo aprender las lecciones más terribles de su vida.

Durante años, este personaje se sentía “el rey de la casa”; imponía su voluntad a gritos porque era el proveedor, llevaba el dinero para comer, motivo suficiente para –según él- decidir cómo se hacían las cosas y en qué momento.

"Era una persona impaciente, nos cuenta. No quería participar en las labores de la casa y si lo hacía no era por iniciativa propia, pensaba que eso estaba reservado solo para la mujer”.

Carlos llegó a Mhoresvi, porque pensó que así su familia regresaría; sin embargo, no fue tan fácil. “Paso mucho tiempo para que mi esposa creyera que había cambiado y que mi hija no me viera con odio, ni rencor”, evoca.

Recuerda que cuando llegó al grupo fue con cierto escepticismo. “Es difícil reconocer que uno está mal. Al participar en las sesiones me nacía un profundo dolor por lo que hice”.

Según la encuesta 2018 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 43.9 por ciento de las mujeres mexicanas de 15 años o más, que han tenido al menos una pareja a lo largo de su vida, ha sufrido agresiones de parte de su compañero actual o el más reciente.

Asimismo, las agresiones más experimentadas por las mujeres son las de carácter emocional, el 40 por ciento de este grupo reconoce haber sufrido - insultos, amenazas, humillaciones y otras ofensas de tipo psicológico.

Pese a que Carlos ahora reconoce que ser violento no tiene justificación, admite experiencias que acrecentaron estas actitudes.

"Mi abuelo era muy machista –refiere- era quien mandaba, el que decía cómo se hacían las cosas. Y a raíz de eso, mi papá era muy parecido. Yo no recuerdo que mi mamá pudiera decir por ella misma, porque la última palabra la tenía mi padre".

Cambio de vida

Mhoresvi surgió hace trece años, cuando el precursor Colectivo de Hombres por Relaciones Igualitarias (Coriac), que también luchaba contra la violencia de género, dejó de funcionar; sin embargo, los integrantes consideraron importante seguir la labor, y atender a los victimarios masculinos.

A partir de ese momento, este movimiento intensificó su lucha porque se divulgara su labor, atrayendo a más hombres violentos que quisieran cambiar.

Actualmente, este organismo atiende a más de mil hombres al año.

El programa que utiliza para concientizar a los usuarios sobre esta problemática, está dividido en tres etapas, de 24 sesiones cada una.

La primera consiste en bajar el nivel de agresividad; posteriormente se revisa la historia de vida para tratar de comprender por qué existe ese comportamiento; y la tercera, reivindica los papeles de hombres y mujeres en la sociedad utilizando el diálogo para resolver las problemáticas que surjan.

Hoy en día, a este lugar llegan hombres de los más diversos estratos sociales, profesiones y edades; se acomodan en las sillas que están colocadas alrededor del salón y, frente a todos, uno de ellos, en una suerte de facilitador de la reunión, comienza la reflexión con alguna frase; todos pueden hacer uso de la palabra y contar alguna anécdota personal.

Mhoresvi

Ahora Carlos, es uno de los integrantes de este movimiento; quiere inculcar a su hija que hombres y mujeres son iguales; él no lo entendía antes así.

“Las constantes de la violencia son las mismas a pesar de los años. Es el hombre que manda, el que decide, el proveedor. Esto no es como un dolor de cabeza que con una pastilla se cura, es un trabajo muy doloroso donde el individuo reconoce que provoca situaciones de violencia”.

Carlos se da cuenta que su vida ha cambiado. La relación con sus padres, esposa e hija, es diferente. “Me siento en paz, tranquilo conmigo mismo. Al final, los hombres violentos tienen cuatro condiciones: pueden quedar muertos, en la cárcel o solos en la vejez; la última es transformar su vida”, reflexiona.

 

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